Del puerto de Corme sale una carretera que prolonga la ruta de senderismo Camiño da ribeira de unos 3,5 km más hacia el cabo Roncudo. Al lado del mar, casi tocando los acantilados con el brazo extendido, a pie o en bici, puede disfrutarse de un agreste paisaje que va cambiando con la luz del día para transmitirnos sensaciones diferentes. Desde aquí hay unas excelentes vistas de la ría de Corme y Laxe, de la villa de Laxe que se encuentra justo enfrente, de las tierras de Camelle y de Arou (Camariñas), y de las puntas que forman los cabos Veo y Tosto.
El camino acaba al pie del pequeño faro de paredes blancas igual que las cruces que recuerdan a los hombres y mujeres del mar fallecidos en estas aguas hirientes. De hecho, el nombre del cabo viene del "ronco" sonido de las olas cuando baten sin cesar contra estas rocas y contra el islote que hay a sólo unas millas, la llamada Pedra do Roncudo en la que se faena pocas veces al año porque el mar no lo permite más. Estas duras condiciones naturales propician que en esta zona crezcan los más conocidos, apreciados y sabrosos percebes a los que se le dedica una multitudinaria fiesta gastronómica cada segundo sábado de julio. Los mejores crustáceos, según dicen, son pequeños, tienen un ancho no menor de centímetro y medio, color rojizo, consistencia dura e intenso sabor a mar.
Junto al faro, la Cruz del Delmiro y, algo alejadas, las de “Os Poliños”, padre e hijo, nos recuerdan porqué el percebe es caro.
Debajo de la Cruz dos Poliños está la roca que semeja la faz de un marinero vasco, evocando la numerosa y casi centenaria colonia cormelna enTrintxerpe, barrio de Pasaia, en Guipúzcoa.
Al ser este un lugar de fácil acceso, y sobre todo en verano, es fácil ver a decenas de turistas mirando hipnotizados hacia los percebeiros de a pie o de a flote, llevando como recuerdo del momento incontables fotos.
Si el tiempo lo permite, desde esta punta se avistan cetáceos como el delfín mular o común, el calderón común y con día claro, la desembocadura del río Anllóns.